Documentos del BID en formato revista (Calameo):
La lectura del artículo “inteligencia emocional” me ha resultado muy satisfactoria en el sentido en que ha mejorado mis conocimientos acerca del mundo de las emociones.
Lo cierto es que aunque históricamente se le haya otorgado un papel más prestigioso a la razón que a la emoción (tal y como se dice en el texto, los estoicos consideraban la emoción como algo irracional), son las emociones las que ejercen una mayor influencia en nuestra conducta, en cómo somos, e incluso en la salud y en la enfermedad, algo realmente interesante en nuestra profesión.
Todos los seres humanos, por el mero hecho de serlo, somos capaces de reconocer el conjunto de emociones básicas (ira, miedo, asco, tristeza, sorpresa y alegría). Cuanta mayor capacidad tengamos para reconocer esas emociones en nosotros mismos y en los demás, de mayor inteligencia emocional estaremos gozando.
Pero la inteligencia emocional no solo se basa en eso, en saber reconocer las emociones, sino también en saberlas modular. Por ejemplo, el miedo nos permite huir de determinadas amenazas, pero en muchas ocasiones tenemos un miedo infundado, sin sentido, el cual es necesario reconocer para poder analizar y controlar en función a los beneficios que nos aporten las circunstancias en las que se da.
Una de las mayores utilidades de la inteligencia emocional sería la de reconocer las emociones positivas, y sabiendo que favorecen la ejecución de diversas tareas, en el sentido en que crea las condiciones mentales propicias que nos permiten encontrar soluciones más creativas ante los problemas, tratar de favorecer su aparición y alargar su duración.
Con todo ello no estamos sobreponiendo el papel de las emociones frente al de la razón, puesto que ambos son complementarios: la razón nos ayuda a manejar satisfactoriamente nuestras emociones, expresándolas en el momento oportuno, de la forma oportuna. Además, mediante la razón damos sentido a las emociones que sentimos, y con ella facilitamos el pensamiento y el razonamiento. Es por ello por lo que la inteligencia emocional, aunque tiene inmerso un claro componente emocional, no sería posible sin el componente racional.
Con todo ello, concluimos con que la inteligencia emocional es más importante que el cociente intelectual como predictor de éxito en la vida. Y es que el cociente intelectual es innato, algo difícil de cambiar en una persona, predictor del éxito a corto plazo, mientras que la inteligencia emocional es más una actitud que fundamenta que todo esfuerzo conlleva una recompensa que, más tarde o más temprano, llegará.
Las competencias emocionales resultan de gran transcendencia debido a la necesidad de movilizar nuestras habilidades, actitudes y capacidades para poder afrontar con eficacia los problemas a los que nos enfrentamos en nuestra vida diaria. Tras la lectura de este BID he comprendido qué es lo que hace a una persona inteligente emocionalmente, así como algunos de los beneficios que conllevan las competencias emocionales: en el desarrollo de recursos humanos, motivan a los trabajadores, permiten el desarrollo de la autoconciencia y de las habilidades de comunicación, lo que contribuye a la resolución eficaz de situaciones con los compañeros, con los clientes y con los jefes; en la vida personal, facilitan las relaciones sociales satisfactorias, en el sentido de que mejoran la comunicación con los demás y aumentan la capacidad empática de quienes la poseen; en la vida diaria mejoran el afrontamiento ante situaciones de estrés e impiden que las emociones negativas nos afecten en gran medida, desplazando ese esfuerzo al refuerzo de los aspectos positivos. Además, favorecen la adopción de comportamientos saludables y refuerzan el sistema inmunológico, haciendo que todo ello repercuta positivamente sobe la salud de las personas.
Las competencias emocionales se dividen en cinco bloques: competencias para la vida y el bienestar, conciencia emocional, regulación emocional, autonomía emocional y competencia social. Además, estas se pueden clasificar en dos categorías: las personales y las sociales.
En cuanto a las competencias personales, destacar la importancia de la autoconciencia, que nos facilita la toma de conciencia de nuestros estados emocionales, deseos, valores, creencias, prejuicios, intuiciones y recursos internos, y la autorregulación, que permite el manejo de nuestros estados emocionales. Esto último considero que es de gran importancia en la profesión de enfermería, en la medida en la que debemos regular nuestras emociones para no trasladar los problemas personales o del ámbito laboral a los pacientes y viceversa.
Por otra parte, en cuanto a las competencias sociales, destaco la importancia de la empatía, mediante la cual nos ponemos en el lugar del otro y somos capaces de comprender lo que éste siente e incluso lo que éste piensa, permitiéndonos comunicarnos mejor con los demás y fortaleciendo nuestros lazos sociales. El ser empáticos es algo innato, ya que existe ciertas situaciones en las que es fácil reconocer los sentimientos que pudieran tener los demás (por ejemplo, el fallecimiento de un ser querido siempre ataña un grado de tristeza), pero también creo que es algo que se puede aprender y mejorar, tal vez con el simple hecho de prestar una mayor atención a la comunicación tanto verbal como no verbal de las personas. A menudo decimos las cosas sin pensarlas, sin intención de causar un daño en los demás, y no nos paramos a reflexionar cómo se puede sentir esa otra persona ante nuestro comportamiento, algo que cobra una gran importancia en la profesión de enfermería a la hora de comunicarnos con nuestros pacientes, jefes y compañeros. Con ello, creo que la empatía nos permite ser responsables de como actuamos, de lo que decimos y de lo que no decimos, así como nos posibilita evitar errores en la comunicación y rectificar los ya acontecidos.
A modo de conclusión, podemos decir que las competencias emocionales nos capacitan para afrontar mejor los retos de la vida cotidiana, que aumentan nuestra autoconfianza, que permiten controlar el estrés con una mayor eficacia, que mejoran la relación con los demás en la medida en que aumenta nuestra capacidad de tolerancia y de empatía, y que previenen futuros desajustes emocionales, promoviendo la felicidad y el bienestar tanto físico como mental.
Las competencias emocionales se dividen en cinco bloques: competencias para la vida y el bienestar, conciencia emocional, regulación emocional, autonomía emocional y competencia social. Además, estas se pueden clasificar en dos categorías: las personales y las sociales.
En cuanto a las competencias personales, destacar la importancia de la autoconciencia, que nos facilita la toma de conciencia de nuestros estados emocionales, deseos, valores, creencias, prejuicios, intuiciones y recursos internos, y la autorregulación, que permite el manejo de nuestros estados emocionales. Esto último considero que es de gran importancia en la profesión de enfermería, en la medida en la que debemos regular nuestras emociones para no trasladar los problemas personales o del ámbito laboral a los pacientes y viceversa.
Por otra parte, en cuanto a las competencias sociales, destaco la importancia de la empatía, mediante la cual nos ponemos en el lugar del otro y somos capaces de comprender lo que éste siente e incluso lo que éste piensa, permitiéndonos comunicarnos mejor con los demás y fortaleciendo nuestros lazos sociales. El ser empáticos es algo innato, ya que existe ciertas situaciones en las que es fácil reconocer los sentimientos que pudieran tener los demás (por ejemplo, el fallecimiento de un ser querido siempre ataña un grado de tristeza), pero también creo que es algo que se puede aprender y mejorar, tal vez con el simple hecho de prestar una mayor atención a la comunicación tanto verbal como no verbal de las personas. A menudo decimos las cosas sin pensarlas, sin intención de causar un daño en los demás, y no nos paramos a reflexionar cómo se puede sentir esa otra persona ante nuestro comportamiento, algo que cobra una gran importancia en la profesión de enfermería a la hora de comunicarnos con nuestros pacientes, jefes y compañeros. Con ello, creo que la empatía nos permite ser responsables de como actuamos, de lo que decimos y de lo que no decimos, así como nos posibilita evitar errores en la comunicación y rectificar los ya acontecidos.
A modo de conclusión, podemos decir que las competencias emocionales nos capacitan para afrontar mejor los retos de la vida cotidiana, que aumentan nuestra autoconfianza, que permiten controlar el estrés con una mayor eficacia, que mejoran la relación con los demás en la medida en que aumenta nuestra capacidad de tolerancia y de empatía, y que previenen futuros desajustes emocionales, promoviendo la felicidad y el bienestar tanto físico como mental.
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